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La princesa Marie (2004)  de Benoît Jacquot  

El pasado 27 de enero asistimos a la conversación de Cine y psicoanálisis.  En esta oportunidad, Gustavo Zapata ofreció sus palabras sobre la película La princesa Marie (2004)  de Benoît Jacquot.  

Zapata situó la diferencia entre dos partes de la película, la primera, dedicada al recorrido por un análisis, o su representación en la obra, y la segunda, donde se muestra el encuentro de Freud y la escuela de Viena con el arribo del totalitarismo por la invasión nazi.

Cine y psicoanálisis
Por Alexander Méndez

La convocatoria a una actividad preparatoria para las V Jornadas de la NEL Caracas no deja de apuntar hacia lo real que hace frente a nuestra escuela, dada la situación de crisis que atravesamos. Resuena el significante “desarraigo forzado” para dar cuenta del modo como Freud debió partir. Vemos entonces a la princesa Bonaparte insistir en la protección, no sólo de la persona de Freud sino de la causa analítica, pero ocupar ese lugar requirió el abandono de cierto goce.

El punto de inflexión para Freud, como bien lo señalara Gustavo Zapata, fue la retención temporal de Anna Freud. Allí se presenta lo imposible de soportar que va de la mano de un tiempo acelerado y que contrasta con la lentitud de la primera parte de la película. Quizás ese contraste está presente para cada uno en nuestro país, vivimos el tiempo acelerado de los acontecimientos, siempre demasiados para poder concluir.  Ante la idea de que no hay tiempo que perder,  la NEL Caracas interroga por lo que constituiría lo imposible de soportar para cada uno.

Sin duda el discurso psicoanalítico puede ser captado en diferentes momentos de la obra de arte que pudimos compartir, pero es a la obra misma a la que debemos dirigirnos para que nos sorprenda.  En esta película se nos presenta el divino detalle de un Freud preocupado por sus pequeños objetos. La escena se desarrolla en torno a la colección de estatuillas antiguas del padre del psicoanálisis. Más allá del drama perder o no la vida, la vida misma parece anudada por las pequeñas cosas que acompañan a las personas. Freud permite esta comparación cuando le señala a la princesa Bonaparte que su colección de estatuillas es igual a sus libros, es decir, su obra.

Resaltan las imágenes del mapa de Europa con las idas y venidas de una princesa por causa de su familia y por causa del psicoanálisis. Toda Europa afectada por una fuerza que parecía indetenible,  la del fascismo, ante la que Freud mismo dice que por momentos parece difícil resistirse. Vemos cómo las fuerzas de la pulsión de muerte residen, principalmente, en los sujetos, pero algo se puede responder a su llamado, tal y como lo hizo Freud a su hija, quién proponía el suicidio antes que ser apresados por la Gestapo. “No” dice Freud porque justamente es lo que ellos quieren. De esta manera la obra nos muestra a un hombre de cuerpo enfermo, pero abierto siempre a la posibilidad donde no hay certidumbre.

La pregunta por lo femenino es algo que también estaba presente en la película. Es precisamente lo que se pudo retomar entre los comentarios, en los que se le encontró contrapuesta al totalitarismo por el recurso de la sucesión de escenas. Tal vez lo que apostamos a leer allí es lo que puede permitir resistir al discurso del amo.

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