BOLETÍN # 5
Con este número llegamos al final de esta “terra virtual” que se convirtió en un lugar de encuentro para las letras de quienes escribieron sobre la migración desde el discurso analítico.
FRONTERRA fue algo más que un boletín preparatorio hacia las V Jornadas de la Nel Caracas. Los textos de los analistas, las entrevistas y las imágenes de las obras de cada uno de los artistas venezolanos que respondieron generosamente a nuestra invitación para acompañar cada uno de los editoriales, dan cuenta de ello. Gracias a todos los que hicieron posible que disfrutáramos tanto esta aventura.
La obra "Inmigrantes" de Carmela Toro, diseñadora gráfica venezolana que, como tantos jóvenes de nuestro país, partiò buscando una vida mejor, nos entrega ese rasgo de humor que tanto caracteriza sus dibujos y que nos hace pensar en ese saber alegre que puede llegar a extraerse del encuentro con un real.
Un signo de amistad y solidaridad de Guy Briole –fueron estas sus palabras- cruzó el océano Atlántico para hacerse presente en este quinto número del boletín. El signo nos llega por medio de un extracto de la entrevista que le realizaron a Briole para la Revista Freudiana, que lleva por título “Todo el mundo es libre, más o menos”. Encontraremos en su elaboración una lectura de lo real en los movimientos migratorios, sean forzados o no.
“Habitar la ausencia” fue el título escogido por Gabriela Urriolagoitia para esa suerte de geste à peau que nos enviò desde la Paz, en un texto que nos muestra de qué manera todos vivimos el exilio, pero que vivirlo no tiene porqué convertirse en un padecimiento.
Del calor de Maracay nos llega “El buen humor del deseo” de Ángel Sanabria. No se trata del sueño, dirá él, “de encontrar realizados nuestros deseos –incluso soñando despierto– sino más bien de encontrar, entre pasado y futuro, lo que los haga despertar. No lo que colmaría nuestro deseo, no lo que lo mortifica, sino lo que lo pueda avivar”.
Carolina Carrillo de nuestra Sede Caracas, con su texto “Migración y reinvención” hace un recorrido por los efectos subjetivos que puede llegar a producir la partida para el sujeto que emigra, pero también la invención que puede hacer para insertarse en el Otro del país que lo recibe.
Finalmente, encontrarán la entrevista al artista Francisco Pereira, quien nos habla de su obra Migrantes, aparecida en el número anterior de FRONTERRA.
Les deseamos una buena lectura.
Extracto de una entrevista de la revista Freudiana a Guy Briole que tiene como título: Todo el mundo es libre, más o menos
Freudiana, Psicosis y libertad, n° 82, 2018, pp. 121-122.
Reproducido con la amable autorización de Claudia González, Directora de Freudiana.
Freudiana (EG): Teniendo en cuenta el trabajo que usted ha hecho sobre la inquietud del encuentro con la alteridad en Levinas, ¿qué estatuto podríamos darle a la cuestión de la libertad para orientar una lectura de lo real de los movimientos migratorios contemporáneos, sean forzados o no?
GB: Tiene usted razón al hablar, respecto de mi lectura de Levinas, de un encuentro. Un encuentro con la alteridad que contiene y sostiene el rostro, es ahí donde siempre hice prevalecer la fuerza de real que contiene la mirada tras la efracción traumática. Digamos que, en el trauma, es la mirada la que mira al traumatizado, hasta el punto de que no ve lo que mira: es mirado.
El otro yo mismo, Pedro Antonio Callejas
Esta experiencia extrema que vive aquel al que la contingencia ha confrontado con lo real evoca por fuerza una experiencia fundamental que cada uno ha atravesado en su propia construcción. Para Levinas, es el encuentro de la faz del otro, que es la captación de la forma –siempre modificada–, pero al mismo tiempo una experiencia de la alteridad y de la trascendencia. Es, planteado de otra forma, lo que Lacan desarrolló como el encuentro con el otro en lo que llamó el conocimiento paranoico del mundo. En el número 80 de Freudiana subrayé que para Emmanuel Levinas “el encuentro es algo que ocurre entre extraños”. “Es salida de sí, ruptura del conatus essendi y confrontación a un otro marcado por una “irreductible inquietud”. Es ahí donde las migraciones que usted menciona se topan con este temor del extranjero, sea de un país aliado, o colega de una misma asociación. El refugiado es sospechoso en su búsqueda de libertad; la percepción de una pequeña diferencia en la alteridad le arroja inmediatamente en la categoría de aquellos de quienes se debe desconfiar.
Su libertad se paga con nuestra pérdida de goce. Los pobres, los exiliados, los vencidos en las guerras, las víctimas objetivo de los genocidios quedan identificados con el desecho de nuestras sociedades capitalistas. Antaño se quedaban en sus países, morían en campos, eran masacrados, diezmados por las grandes epidemias. Hoy están a la vista de todos y en todas partes. No es sino un universal de siempre, aunque la relación que podemos tener con los exiliados, los expulsados de las dictaduras, pasa por la mirada que les dirigimos y que incluye la forma que ellos tienen de mirarnos: en el encuentro de las subjetividades ¡eso nos concierne! Sin embargo, no vemos sino lo que miramos. Hace falta el Uno de una fotografía, la de un niño muerto varado en la playa y mecido por las olas, para descompletar el conjunto de la masa de los migrantes rechazados a priori. Este Uno, que perfora la pantalla compacta del repudio, los humaniza a todos, pero solo por algunos instantes. La conquista de la libertad tiene un precio que cada cual trata de hacer pagar al otro. Es lo insondable del odio lo que contiene la alteridad cuando la transcendencia fracasa en el muro de la inhumanidad.
Habitar la ausencia
No sé llenar espacios vacios,, Marìa Giufra
Por Gabriela Urriolagoitia
Una charla con un amigo venezolano, la invitación de Raquel Baloira a escribir para este boletín y un texto de una poeta boliviana han provocado este escrito.
Por las condiciones políticas y económicas de su país, mi amigo se había trasladado recién a un país vecino con su familia. Me comentaba que, además de lo que dejar a los suyos había implicado para él, lo que más lo había impactado en este nuevo país era la dificultad que tuvo de inicio, para entender y dejarse entender por la diferencia de acento y los modismos del lugar.
Ahí yo me sorprendí pensando: pero ¡cómo! Ellos, caribeños, vecinos, debían tener todos, sino el mismo, un acento parecido ¿Cómo esto podía ser un problema?
Freud con su descubrimiento del inconsciente y Lacan con su categoría de lo real nos han enseñado a los psicoanalistas a entender algunas cosas:
Que el lenguaje es la única alteridad radical ya que por ser siempre ajeno, es siempre Otro.
Que lalengua materna, por sernos impuesta, nos es extranjera.
Que el serhablante se constituye a costa de quedar ausente para siempre de sí mismo.
Que el serhablante, para advenir a su Inconsciente, única intimidad más próxima, lo hace a condición de quedar desterrado de él.
Que el serhablante está irremediablemente exiliado de la relación sexual. Es más, exiliado de toda relación posible, queda más bien librado a la fragilidad de los encuentros.
Pero este no es un texto que, autorizándose del psicoanálisis, pretenda decir algo sobre la situación de Venezuela, ni de los migrantes venezolanos. Escribo estas líneas a partir de lo que el padecimiento de mis colegas, de mis amigos psicoanalistas me ha producido durante estos años de compartir juntos el trabajo. Entonces, estas palabras son solo para hacerme compañera de su dolor. El de aquellos que han migrado y el de aquellos que, viviendo aún allí, están desterrados igual; porque su patria, hace mucho tiempo ya, se les ha vuelto Otra.
Una poeta boliviana dice “Heredar la ausencia -‘habitar la ausencia’ dice mi inconsciente (es que el inconsciente de uno a veces sabe lo que el poeta también sabe y el migrante lo vive en su carne: que el único lugar que es posible de habitar, es la ausencia)- Heredar la ausencia no es necesariamente padecerla”. (1)
(1) Velásquez, Mónica. Heredar la ausencia, legar la palabra. Prólogo al poemario Somos herederos de la ausencia de Elizabeth Johannssen. Gente Común y Carrera de Literatura UMSA, La paz, 2010, p. 9
El buen humor del deseo
Por Ángel Sanabria
Decía "los retos del futuro", y yo leí "los restos del futuro"…
Sorprendido por mi propia ocurrencia, ni siquiera leí el artículo, escrito por un respetable académico venezolano –“Los retos del futuro inmediato”. Querrá decir lo que queda, pensé, sobre todo después del último simulacro electoral.
El equívoco, entre chiste y comentario mordaz, me hizo evocar los despojos que deja tras de sí un naufragio. Y pensé entonces que en el inventario de pérdidas que deja esta calamidad, habría que contar no sólo los trastos y enseres, los alimentos y medicinas más esenciales, los artículos de tocador y los juguetes, sino también los restos del porvenir.
Extrañas aves migratorias , Camilo Villa Soto
Si la migración de venezolanos ha adquirido proporciones de diáspora es porque muchos, ya antes de partir, se han convertido en cierto modo en extranjeros en su país; es porque el propio suelo se les ha vuelto ajeno, se ha convertido en un “no-lugar”. Pero este desarraigo pasa por algo más fundamental –la pérdida de un futuro. Yo no quiero que vuelva el pasado, quiero que vuelva el futuro. El espacio, el territorio, pueden ser de lo imaginario; pero el tiempo es real.
La tiranía de la necesidad, la reducción del deseo a la necesidad que los psicoanalistas hemos aislado en la crisis venezolana, es también una tiranía de la urgencia y del tiempo perdido en el diario padecer. Y es precisamente también la urgencia del tiempo y la falta de porvenir lo que mueve a la gran mayoría de jóvenes que salen del país, para los cuales eso que llamamos “tener un futuro” implica que el deseo pueda convertirse en vector, proyectarse y encontrar su lugar en el tiempo.
El fragor de los vientos que soplan
nos convierte en aves migratorias
que levantan vuelo fuera de estación y se van
Recuerdo en este punto la reflexión de Freud al final de la Traumdeutung: “La vieja creencia de que los sueños nos muestran el porvenir, tiene un grano de verdad. Representándonos un deseo como realizado el sueño nos lleva realmente al porvenir; pero este porvenir que el soñador toma como presente está formado por el deseo indestructible conforme al modelo del pasado”. Pero sin duda, me digo, ¡sin duda, no se trata del deseo de dormir! No se trata del sueño de encontrar realizados nuestros deseos –incluso soñando despierto– sino más bien de encontrar, entre pasado y futuro, lo que los haga despertar. No lo que colmaría nuestro deseo, no lo que lo mortifica, sino lo que lo pueda avivar.
Entonces, si como nos dice Flory Kruger, la migración destruye las identificaciones del sujeto, en tanto pierde sus objetos más amados, aquellos que colman algo de su existencia, ¿cómo puede cada quien –y esto vale tanto para el que se queda y para el que se va– arreglárselas para introducir allí la relación con aquello que en lo más íntimo nos causa, con ese objeto que no podemos perder justamente porque está estructuralmente perdido? Me encuentro entonces con que esos “restos del futuro”, esos despojos de lo que pudo ser, bien pueden adquirir el valor de un resto fecundo, de esa piedra de toque que permite un nuevo comienzo, cada vez.
Una frase de Barthes resuena desde hace tiempo en mis oídos: “…el buen humor del deseo. Todo París está a mi disposición, sin que yo quiera asirlo: ni languidez ni codicia” (Fragmento de un discurso amoroso).
Entonces, frente a la tiranía de la necesidad, el buen humor del deseo. Porque la alegría de vivir es otro de los nombres del coraje; y el coraje –vos sabéis– es el mejor remedio para la depresión.
Collage, Kacper Kiec
Migración y reinvención
Por Carolina Carrillo
“…estés donde estés, todo el mundo es el extranjero: el mundo es incomprensible, escurridizo. El mundo es un lugar extranjero. El mundo era como los poemas de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine: incomprensible y apasionante. El mundo era una lengua extraña que había que traducir ¿Cómo se podía traducir el mundo? Paul Auster empezó a transformar el mundo en palabras, palabras suyas: así Paul Auster empezó a convertirse en el novelista Paul Auster” (1)
La migración en Venezuela se nos presenta como una contingencia, y cada parlêtre se enfrenta a ella con sus modos de goce desde su singularidad. Al volverse insoportable permanecer en el país, queda como una opción la huida para poder sobrevivir. La escasez y la hiperinflación, que hace inaccesible cubrir las necesidades básicas, sumado al totalitarismo imperante, obligan a la población a una migración forzada. Implica separarse de la familia, los amigos, sin saber cuándo volverán a encontrarse, y si realmente va a ser posible el reencuentro. Es dejar a padres enfermos, ancianos, y a veces separarse por un tiempo de la esposa o el esposo y los hijos, mientras se consigue una vivienda y/o un empleo estable. Es confrontarse con la pérdida y sus consecuencias, el duelo. En 1915, Freud definió el duelo como “una reacción normal frente a la pérdida de una persona amada o una abstracción que haga sus veces, es decir, que tenga un gran valor para el sujeto, como la patria, la libertad o un ideal”. (2)
La migración está marcada por la incertidumbre y la premura, no se sabe hacia dónde partir, pero hay que irse, antes de que se vuelva más complicado el trámite. Luego de tomar la decisión del lugar, está la legalidad, el resolver la identidad, el tema laboral, qué hacer. La incertidumbre se asocia a una angustia, a un Real.
Un informe de la Organización Internacional para las migraciones calcula que desde 2016 cerca de un millón de venezolanos ha abandonado el país petrolero en crisis. Ese éxodo de venezolanos “significa que las Américas enfrentan una de las mayores salidas de población desde la creación del ACNUR en 1950” dijo en marzo Aikatarina Kitidi, portavoz del organismo, en una conferencia de prensa en Ginebra. Entre las razones para salir de Venezuela está la inflación, de casi un 9000 por ciento a tasa anualizada al cierre de marzo, según datos del Parlamento, bajo control opositor. (3)
Invitarme a colaborar como asociado de la NEL con el boletín Fronterra, publicación a propósito de las V Jornadas de la NEL Sede Caracas, “Migración, arreglos y desarreglos singulares”, no ha sido una tarea fácil, porque es algo que nos atañe a todos, al despedir a familiares, a los mejores amigos y hasta a los analistas de la escuela, en medio de una crisis que no termina por concluir.
El que se va se encuentra de pronto con tomar decisiones sobre lo que se tiene que llevar y lo que debe dejar, se desprende de lo material, y lleva en un par de maletas “su vida”, como lo describía un familiar recientemente. El que se va deja los espacios logrados, una casa propia, un lugar en lo personal y profesional, un lugar en la patria. Se lleva su título a un país donde no tiene ninguna inscripción en el Otro, donde no tiene ningún reconocimiento, es un inmigrante, un extranjero, significante inicial con el que tendrá que jugársela.
La migración toma por sorpresa al parlêtre, el encuentro con un Real, provocando efectos en el cuerpo, síntomas corporales, en ocasiones una angustia intensa y en otros casos puede ser el desencadenante de una crisis psicótica. El que se queda también sufre una pérdida, tiene una sensación de abandono y desamparo. Una analizante en sesión comenta el lapsus que tuvo al encontrarse recientemente con una amiga, le iba a decir: “sabes quién se murió”, en lugar de decir que su hija se había ido a otro país.
A manera de Tsunami que llega causando destrozos por doquier, la crisis que actualmente atravesamos los venezolanos nos lleva a los que nos quedamos a repreguntarnos por nuestro destino, a tomar decisiones.
“Esta salida forzosa al mundo trae consigo muchas posibilidades: movilidad de creaciones y proyectos, nuevas redes de cooperación informal al territorio, nuevas narrativas para comprender al país, creación de capital social migratorio. La migración es un hecho profundamente transformador”, dijo por su parte el escritor venezolano Zakarías Zafra, desde México. (4)
La reinvención, a manera de arreglo singular, llevará a replantearse, al que migra, su nuevo rol en el país que lo recibe, se lleva su emblema, su formación profesional, y ante el Otro, ir ocupando un lugar.
El que se queda también hará su reinvención, se encargará de hacer su arreglo, hacer movimientos, cambiar de posición para enfrentar de la mejor manera la crisis. Implica quedarse o irse, un reinventarse, un nuevo arreglo con lo que no anda y hace síntoma para un parlêtre. Así como “el pase es un encuentro de ruptura que marca un antes y un después” (5), salvando obviamente las diferencias, es pasar de una escena a otra cuando se trata de la migración. Es una tarea para el analista trabajar a partir de los efectos de este real en la cura analítica desde la singularidad.
Para culminar compartiré una experiencia personal reciente de migración, no hacia otro país, sino hacia otro empleo. Me encargué por 18 años de una sala de hospitalización en un hospital psiquiátrico de agudos y decidí renunciar, me trasladé a un servicio de psiquiatría de un hospital general universitario. Llegué como una “extranjera” a un lugar que no era completamente ajeno, porque en ese hospital realicé mi formación como médico, es decir, hay un rasgo familiar que permite decidir a cuál lugar dirigirnos, donde alojarnos, no es cualquier lugar, es un éxtimo que aloja algo de lo íntimo.
Referencias bibliográficas
(1)Auster, Paul. El Cuaderno Rojo. Historias Verdaderas. Seix Barral, Barcelona, 2012, p. 17.
(2) Freud, Sigmund. Duelo y melancolía. (1917 [1915]). Obras Completas, Vol. XIV. Amorrortur, Buenos Aires, 1917 [1915], p. 241-243
(3)Aponte, Andreína. Profesionales venezolanos aprenden a hacer cockteles para irse del país. La patilla. 27/4/2018.
(4)García, Eileen. La migración es un hecho. Venezolanos se reinventan fuera de sus fronteras para sobrevivir. Web. Caracas, 29/1/2018.
(5) Freda, Francisco Hugo. Un real contra. Lacaniana 15, 2013.